Lo mejor que se puede hacer es ser auténticos

Recuerdo que de chiquita me gustaba usar tacos, para que mis pasos se oyeran, para que mi transcurso por la vida no fuese silencioso, para que aquellos que estuvieran cerca no pudieran resistirse a mirarme y a recordarme. Siempre quise sobresalir, siempre quise ser la más linda, la más simpática, la más gamba, la mejor amiga de todas, pero no se puede, y al darme cuenta me choqué contra una pared sólida y fuerte.

Pero con el paso del tiempo y la acumulación de experiencias me dí cuenta que no es necesario ser la mejor, simplemente basta estar en los momentos que más te necesitan y ser constante en ello. La perfección no es más que una máscara que mucha gente utiliza para seducir al resto del mundo, pero se desmantela al poco tiempo provocando grandes desilusiones y heridas. Entonces llegué a la conclusión que lo que mejor puedo hacer es ser yo misma, ni más ni menos.

Y yo, al no ser perfecta, sé que tampoco decepciono a nadie, porque nadie espera nada de mí, porque no prometo nada que no pueda cumplir, no insinúo más de lo que soy en verdad, no vivo de mi apariencia, sino de mi interior y lo exteriorizo siempre, porque al ser desenvuelta muestro constantemente lo que soy, y a medida que pasa el tiempo y se consolidan las relaciones voy dejando ver lo que hay en los más recónditos lugares de mi personalidad y sentimientos.

De mí sólo puede decepcionar una idealización, porque lo que soy y las cartas que uso están desde el primer momento en la mesa.