miércoles, 2 de diciembre de 2009

Con el paso del tiempo los sentimientos se van diluyendo, es cierto, pero nunca desaparecen. Tampoco M, que siempre vuelve en el momento más inoportuno en una danza sin fin, de esas que de tantas vueltas da termina por marearte. Muchas personas, sensibles a los movimientos bruscos, vomitan al marearse, y yo soy una de esas personas.

Es por eso que después de tantos giros que me dio y me hizo dar a su par hoy no tengo ganas de girar más para que no me provoque el vómito y su consecuente asco, porque es asqueroso vomitar, muy asqueroso.

Pero cuidado, que yo no quiera girar no significa que no tenga ganas de bailar. Tengo muchas ganas de eso, pero una danza suave, linda, dulce y una que dure un poco más de cinco minutos y que no demande una espera de tres meses para volver a danzarla, como las anteriores. Quiero una danza sana, más que cualquier otra cosa.

Eso sí, yo no voy a sacarlo a bailar, no me voy a meter sola, solita y sola en el baile descomponedor, si él quiere solo va a venir, después de todo yo jamás lo eché de mi lado. Y así como se fue, lentamente está volviendo. Como siempre hizo. Como siempre -inconcientemente- espero.

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