sábado, 21 de marzo de 2009

Desilusionada, decreída...


Estoy descreída, desilucionada de todo y todos.

Antes creía en el amor, en su poder imbatible…Ahora ya no, veo como hay gente que dice amar a otra y sin embargo no puede hacerlo trascender las palabras, soy testigo de gente que ama incondicionalmente sin que su amor sea bien recibido como contrapartida en los diarios sale impresa la historia de madres cuyos hijos cayeron en la droga y cómo su amor y la desesperación que sintieron los ayudaron a salir, también percibo la falta de amor en muchas madres, y convivo con gente que ama a sus amistades por lo que éstas le dan y no por lo que son.

Antes confiaba en la palabra y hoy cualquiera que sea pronunciada o dirigida a mi es sometida a un exhaustivo análisis, para ver cuán cierta o confiable es. Tantas veces me prometieron cosas que jamás cumplieron, tantas veces oí mentiras...Y últimamente estoy siendo testigo de cómo las palabras son la contracara de los hechos y la realidad, de cómo de un día para el otro cambian drásticamente y lo mucho que afectan a un ser muy querido. Tanta gente dice por decir y habla por no callar, y tantas palabras suenan a nada, tantas frases están vacías de contenido, de verdad…Son tan vacías. Y lo peor es que la gente que también le da importancia a la palabra como yo pierde mi confianza por culpa de aquellos que no la valoran en absoluto y así me voy a perder de mucha gente que vale la pena, que por más loco que suene lo que dicen, lo dicen de verdad.

Me cansa tener que andar pensando y analizando todo, pero no hacerlo me hace sentir desprotegida y no es fácil sobrellevarlo, cada día que pasa me pesa más, cada día que pasa confío menos en algunas muchas personas y confío más en algunas pocas personas. Por un lado está bueno ir “purgando” amistades/gente de confianza pero que se vayan tantas en un plazo de tiempo tan corto no está bueno, me hace sentir sola, vacía, triste…Mal.

Y tengo quince años ¿Qué sentiré del mundo cuando tenga veinte, treinta, cuarenta?

1 comentario:

Ale dijo...

Mentiría si no dijera que siento lo mismo muchísimas veces, porque es así. Tengo un claro ejemplo. Hay una amiga que quiero mucho y que estoy seguro que me quiere, pero me dice tantas veces que me quiere que ya perdió sentido esa palabra. Y se lo digo, y se lo "reclamo" e incluso yo he dejado de decirle lo que la quiero porque cuando algo se vuelve trivial pierde la magia.

Yo no sé si las personas se dan cuenta o no, creo que no se ponen a pensar en eso. Pero para los que estamos pendientes de esos detalles, lo son todo. Y dejamos de usar la palabra para concentrarnos en los hechos.

De cualquiera de las dos formas, estamos vulnerables. Porque ya sea que lo controlemos o no, seguimos teniendo miedo a que nos lastimen y a confiar. Y eso irremediablemente nos aleja de todo y de todos.

Sea a los 15, a los 28 como en mi caso o a los 40. Pero repito, no todos piensan en eso, y por eso lo sufren menos, aunque al final lo terminen sufriendo igual. Y si bien que seamos tan analíticos nos trae más decepciones que alegrías, lo cierto es que esas alegrías cuando las ponemos sobre la mesa se vuelven más importantes que todo.

Pero aún así nos cansamos, y nos preguntamos por qué hace falta llegar a ese extremo.